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Jordi Ballester. Prólogo "Instrumentos musicales de la tradición medieval española"
         

La recuperación del patrimonio musical de la Edad Media ha sido uno de los principales objetivos de la musicología, tanto española como internacional, durante las últimas décadas. La proliferación de grupos de música antigua dedicados a la difusión de este patrimonio es un claro reflejo del interés que dicha música despierta en nuestra sociedad: un interés que trasciende en mucho el ámbito académico y alcanza no solo a diletantes eruditos sino a todo tipo de públicos y audiencias.

De entre los múltiples retos que plantea la interpretación de la música medieval, quizás sea su materia prima – el sonido – el aspecto más discutido y al mismo tiempo el más sugerente. Su naturaleza etérea le confiere las cualidades intangibles y a la vez sutiles que se hallan en la esencia de aquello que llamamos música. Así pues, más allá de la recuperación de las melodías que en su día debieron escucharse en cortes, palacios, calles y plazas, resulta apasionante plantearse como “sonaban” esas melodías. Es este aspecto de la música el que nos permite especular sobre cuestiones de gusto estético y nos sitúa plenamente ante el reto de la “reconstrucción” histórica. Un reto que permite preguntarnos sobre qué tipo de sonoridades eran apreciadas en el Medioevo, y cómo tales sonoridades pueden hoy en día sorprendernos e incluso resultar ajenas a lo que habitualmente es considerado como el sonido de la música “clásica” occidental.

Jota Martínez, en la publicación que tenemos en nuestras manos, nos propone una apasionante aproximación a los instrumentos musicales de la Edad Media, es decir, una aproximación a las “fuentes” del sonido de aquella época, en la que tanto musicólogos como músicos expertos y aficionados curiosos, hallaran un universo sonoro capaz de despertar un sinfín de sugerentes hipótesis sobre los sonidos musicales del Medioevo.

El minucioso trabajo de Jota Martínez tiene la particularidad de basarse en una colección de instrumentos recopilados por el propio autor a lo largo de los años. Unos instrumentos en su mayoría inspirados en las fuentes históricas conservadas – con frecuencia escasas –, y construidos gracias a la inestimable colaboración y experiencia de expertos luthieres que, con su destreza e intuición, han permitido convertir meras hipótesis teóricas en objetos sonoros.

Desde el punto de vista musicológico, es especialmente relevante destacar la gran diversidad de documentación histórica recopilada por el autor. Una documentación que nos ofrece todo tipo de datos que resultan fundamentales para dar verosimilitud a sus hipótesis. Una documentación, en fin, que da solidez al libro y lo convierte en una herramienta muy interesante incluso desde el punto de vista académico. En este sentido, es oportuno señalar como Jota Martínez se mueve hábilmente de las artes visuales (escultura, pintura, miniatura) a los textos históricos (crónicas, epístolas, novelas, poesías), siempre dentro de un amplio marco cronológico que abarca del siglo V al siglo XV, lo que proporciona al lector una selección muy completa y transversal del tipo de fuentes y documentos medievales que han llegado hasta nosotros.

Cierto es que el libro aborda algunos aspectos ampliamente debatidos por organólogos y musicólogos a lo largo del siglo XX; aspectos que han suscitado y todavía hoy suscitan discrepancias y polémicas de difícil consenso. Este es el caso, por ejemplo, del problema terminológico: cómo eran llamados algunos de los instrumentos que hoy vemos representados en las artes plásticas y, a la inversa, a qué objetos sonoros designaban algunos de los nombres que hallamos en las fuentes literarias. En este terreno el autor toma partido por unas u otras opiniones, a las que nos remite, pero señalando siempre que no está en su ánimo el sentar cátedra. Vemos pues, que el libro de Jota Martínez tiene la vocación de difundir, de mostrar lo que sus años de experiencia le han enseñado, y de acercar su pasión por la música y por los instrumentos medievales a todo tipo de público.

En este sentido, los ejemplos sonoros que acompañan el libro son el punto culminante de la obra: es en ellos donde el autor nos hace partícipes del sonido de los instrumentos de su colección o, dicho de otro modo, nos presenta el resultado final de sus hipótesis y teorías sobre el sonido de la música medieval. Finalmente, pues, el lector – convertido en oyente – puede experimentar por sí mismo las sugerentes propuestas sonoras de Jota Martínez, puede juzgar el resultado en base a las pruebas documentales aportadas o, simplemente, puede dejarse llevar por la imaginación, por la música, por el arte y, sin más pretensiones, disfrutar.

Jordi Ballester

Profesor de musicología – Universitat Autònoma de Barcelona

         
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